miércoles, 15 de septiembre de 2010

YO DE AQUÍ NO ME MUEVO.



Y no se movió, se operó allí mismo, en una habitación habilitada para el caso y sin anestesia, "él sabía porqué".
Las enfermedades sufridas por el P. Pío han sido documentadas en un memorial enviado al Vaticano por el doctor Miguel Capuano, su último médico. El doctor Capuano ejerció su profesión en San Giovanni Rotondo durante cincuenta años, cuarenta de los cuales al lado del P. Pío y poco antes de morir, firmó página por página un largo informe científico, en el que anotó con escrupulosidad una larga serie de enfermedades de P. Pío.
«El P. Pío -se lee en el informe- perdía algo como un vaso de sangre cada día. Tenía fiebres que a veces alcanzaban los 44-45 grados, que se podían medir solamente con termómetros especiales. A la bronquitis crónica, que tuvo desde niño, se habían añadido el asma y una pleuritis exudativa, enfermedad que dejaba al P. Pío sin respiro a causa de las terribles punzadas en el costado. Sufría también de pulmonía y bronco pulmonía dos veces al año, en las estaciones intermedias, le llegaba la úlcera péptica, con espasmos, vómito y ayuno forzoso. Luego llegaban los cólicos de los cálculos renales, que lo hacían gritar durante horas al punto de invocar la muerte. No faltaban las enfermedades, por así decirlo, ligeras, como artritis, artrosis, descalcificación de los huesos de toda la columna,  rinitis hipertrófica,  faringitis y  laringitis purulenta,  otitis, sinusitis, y las fuertes migrañas. Además, el P. Pío no veía bien, al punto que no podía releer sus propios escritos y, en los últimos años de su vida, fue afligido por un epitelioma en el oído izquierdo que no le permitía dormir de aquel lado. Tenía un quiste en la parte derecha del cuello, como para impedirle girar la cabeza, y luego aquella hernia en la ingle derecha que, en septiembre de 1925, lo llevó a la operación, que le fue practicada sin anestesia, porque el P. Pío tenía temor que, bajo los efectos de los fármacos, lo médicos
aprovecharán para escudriñar sus llagas que llevaba rigurosamente cubiertas».
Pero no penseis que todo era sufrimiento. El Padre Pio era alegre y tenía muy buen humor. Esto desempeñó una función muy importante en la educación de sus hijos espirituales.
Padre Pio era afectuoso, cordial, alegre, cercano...,aunque los presentes se sintieran impresionados con su estatura espiritual.
Una vez, en repuesta a quien le hacía notar la dificultad que encontraban algunas personas religiosas para escuchar o practicar la Palabra de Dios, el Padre dijo: "Tres cosas son inútiles: lavar la cabeza al burro, añadir agua al mar y hablar con los curas".
Hacía bromas hasta de su propia debilidad. A un hombre que se enomendaba a sus oraciones porque tenía una pierna que no le sostenía, le respondió:"Feliz de ti que tienes una que te sostiene. A mi no me sostienen ninguna de las dos".
Otra vez, el actor cómico Carlos Campanini fue a ver al Padre Pio y le dijo:"Padre, ¿cómo puedo jactarme de pertenecer a vuestra familia espiritual, si todas las tardes debo pintarrrajearme la cara y hacer el bufón en el escenario?". Y el Padre Pio sonriendo le responde:"Hijo mío, cada uno de nosotros hace el bufón en el puesto que Dios le ha asignado".
Otra de las veces, vino a visitarle un señor que estaba preocupado porque se le caía mucho el pelo, y el Padre Pio de dijo:"Hijo mío, esto mejor lo hablas con el fraile que está justo detrás de mí". Y, en ese momento, aparecío bajando las escaleras un hermano completamente calvo, con la cabeza tan brillante que parecía un espejo. Todos se echaron a reir.
Paz y bien hermanos.

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