jueves, 16 de junio de 2016

14 AÑOS DE LA CANONIZACIÓN DE PADRE PIO



CANONIZACIÓN DEL BEATO PÍO DE PIETRELCINA
HOMILÍA DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II

Plaza de San Pedro, domingo 16 de junio de 2002


1. "Mi yugo es suave y mi carga ligera" (Mt 11, 30).

Las palabras de Jesús a los discípulos que acabamos de escuchar nos ayudan a comprender el mensaje más importante de esta solemne celebración. En efecto, en cierto sentido, podemos considerarlas como una magnífica síntesis de toda la existencia del padre Pío de Pietrelcina, hoy proclamado santo.

La imagen evangélica del "yugo" evoca las numerosas pruebas que el humilde capuchino de San Giovanni Rotondo tuvo que afrontar. Hoy contemplamos en él cuán suave es el "yugo" de Cristo y cuán ligera es realmente su carga cuando se lleva con amor fiel. La vida y la misión del padre Pío testimonian que las dificultades y los dolores, si se aceptan por amor, se transforman en un camino privilegiado de santidad, que se abre a perspectivas de un bien mayor, que sólo el Señor conoce.

2. "En cuanto a mí, Dios me libre de gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo" (Ga 6, 14).

¿No es precisamente el "gloriarse de la cruz" lo que más resplandece en el padre Pío? ¡Cuán actual es la espiritualidad de la cruz que vivió el humilde capuchino de Pietrelcina! Nuestro tiempo necesita redescubrir su valor para abrir el corazón a la esperanza.

En toda su existencia buscó una identificación cada vez mayor con Cristo crucificado, pues tenía una conciencia muy clara de haber sido llamado a colaborar de modo peculiar en la obra de la redención. Sin esta referencia constante a la cruz no se comprende su santidad.

En el plan de Dios, la cruz constituye el verdadero instrumento de salvación para toda la humanidad y el camino propuesto explícitamente por el Señor a cuantos quieren seguirlo (cf. Mc 16, 24). Lo comprendió muy bien el santo fraile del Gargano, el cual, en la fiesta de la Asunción de 1914, escribió:  "Para alcanzar nuestro fin último es necesario seguir al divino Guía, que quiere conducir al alma elegida sólo a través del camino recorrido por él, es decir, por el de la abnegación y el de la cruz" (Epistolario II, p. 155).

3. "Yo soy el Señor, que hago misericordia" (Jr 9, 23).

El padre Pío fue generoso dispensador de la misericordia divina, poniéndose a disposición de todos a través de la acogida, de la dirección espiritual y especialmente de la administración del sacramento de la penitencia. También yo, durante mi juventud, tuve el privilegio de aprovechar su disponibilidad hacia los penitentes. El ministerio del confesonario, que constituye uno de los rasgos distintivos de su apostolado, atraía a multitudes innumerables de fieles al convento de San Giovanni Rotondo. Aunque aquel singular confesor trataba a los peregrinos con aparente dureza, estos, tomando conciencia de la gravedad del pecado y sinceramente arrepentidos, volvían casi siempre para recibir el abrazo pacificador del perdón sacramental.

Ojalá que su ejemplo anime a los sacerdotes a desempeñar con alegría y asiduidad este ministerio, tan importante también hoy, como reafirmé en la Carta a los sacerdotes con ocasión del pasado Jueves santo.

4. "Tú, Señor, eres mi único bien".

Así hemos cantado en el Salmo responsorial. Con estas palabras el nuevo santo nos invita a poner a Dios por encima de todas las cosas, a considerarlo nuestro único y sumo bien.

En efecto, la razón última de la eficacia apostólica del padre Pío, la raíz profunda de tan gran fecundidad espiritual se encuentra en la íntima y constante unión con Dios, de la que eran elocuentes testimonios las largas horas pasadas en oración y en el confesonario. Solía repetir:  "Soy un pobre fraile que ora", convencido de que "la oración es la mejor arma que tenemos, una llave que abre el Corazón de Dios". Esta característica fundamental de su espiritualidad continúa en los "Grupos de oración" fundados por él, que ofrecen a la Iglesia y a la sociedad la formidable contribución de una oración incesante y confiada. Además de la oración, el padre Pío realizaba una intensa actividad caritativa, de la que es extraordinaria expresión la "Casa de alivio del sufrimiento". Oración y caridad:  he aquí una síntesis muy concreta  de la enseñanza del padre Pío, que hoy se vuelve a proponer a todos.

5. "Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque (...) has revelado estas cosas a los pequeños" (Mt 11, 25).

¡Cuán apropiadas resultan estas palabras de Jesús, cuando te las aplicamos a ti, humilde y amado padre Pío!

Enséñanos también a nosotros, te lo pedimos, la humildad de corazón, para ser considerados entre los pequeños del Evangelio, a los que el Padre prometió revelar los misterios de su Reino.

Ayúdanos a orar sin cansarnos jamás, con la certeza de que Dios conoce lo que necesitamos, antes de que se lo pidamos.

Alcánzanos una mirada de fe capaz de reconocer prontamente en los pobres y en los que sufren el rostro mismo de Jesús.

Sostennos en la hora de la lucha y de la prueba y, si caemos, haz que experimentemos la alegría del sacramento del perdón.

Transmítenos tu tierna devoción a María, Madre de Jesús y Madre nuestra.

Acompáñanos en la peregrinación terrena hacia la patria feliz, a donde esperamos llegar también nosotros para contemplar eternamente la gloria del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

A PIETRELCINA 100 AÑOS DESPUÉS




11 Febrero 2016 
Procedente de la Basílica de San Pedro y por voluntad del Papa Francisco en el marco del Año de la Misericordia, los restos del Santo Padre Pío volvieron hoy a la localidad de Pietrelcina y así se cumplió la profecía que el mismo fraile capuchino hizo sobre su regreso a la ciudad.
Durante toda la mañana llovió en Pietrelcina hasta que llegó el Padre Pío. Salió el sol y sirvió de marco “para este retorno histórico que ocurre 100 años después” de su llegada a esta localidad ocurrida en 1916.
Orazio Pennelli, sobrino bisnieto del Padre Pío comenta que “la relación (del Santo) con Pietrelcina es profunda, sentida. Si bien no estuvo aquí físicamente este tiempo, siempre estuvo presente, sobre todo aquí en Chiana Rumana, en este lugar al que estaba muy ligado”.
Los restos del Padre Pío estuvieron en Pietrelcina hasta el domingo 14 de febrero en la iglesia de la Sagrada Familia, que permaneció abierta todo el día y durante toda la noche para poder recibir a la gran cantidad de fieles llegados desde muchos lugares para ver al Santo que recibió los estigmas de Cristo.
LA PROFECÍA
En agosto de 1968, poco antes de su muerte, el Padre Pío conversaba con el Padre Mariano da Santa Croce, quien le dijo que volvería a su ciudad natal “algunos años después de su muerte (…) El Señor sabe… y lo llamará también a usted al Paraíso. Luego de su muerte, habrá signos, prodigios, milagros y la Iglesia lo elevará a los altares. Entonces traerán su cuerpo aquí y se hará una bella procesión hacia Pietrelcina ¿Lo he dicho bien?”
El Santo, señala el diario Avvenire de los obispos italianos, juntó sus manos y tras mover la cabeza dos veces le dijo al otro sacerdote: “Y así será”.
El 17 de febrero de 1916 y luego de un periodo de convalecencia que transcurrió en varios conventos de la zona y en Pietrelcina, el Padre Pío dejó su ciudad natal para ingresar a la comunidad religiosa de Santa Ana en Foggia.
Luego de una temporada en Foggia partió a San Giovanni Rotondo en donde sirvió hasta su muerte el 23 de septiembre de 1968.
San Pío de Pietrelcina vivió entre 1887 y 1968. Recibió los estigmas y tuvo visiones místicas de Cristo. El Santo tenía "la frente alta y serena, la mirada vivaz, dulce; y la expresión con visos de bondad y sinceridad".
Era muy gentil con sus hermanos; muy amado por sus superiores; transcurría de 10 a 12 horas al día confesando y celebraba la Misa con gran devoción.
Fue beatificado en 1999 y canonizado en 2002 por el Papa San Juan Pablo II.