sábado, 2 de octubre de 2010

EL ÁNGEL DE LA GUARDA

SANTO ÁNGEL DE LA GUARDA

Hoy 2 de octubre se celebra el día del Ángel de la Guarda.
Se llama así, porque según el Salmo 90,11, él nos guarda en todos los caminos. La devoción al ángel guardián acrecienta nuestras posibilidades de crecer en la vida espiritual. Quien invoca a su ángel, es como si descubriera nuevos horizontes invisibles a simple vista. El ángel es como el interruptor de la luz, que, al ponerse en marcha (al invocarlo), hace que nuestra vida quede llena de luz divina. El ángel aumenta nuestra capacidad de amor y nos salva de muchos peligros y dificultades.
Por eso, cuando hablemos con otras personas, pensemos en su ángel. Cuando estemos en la Iglesia, en un tren, avión, barco... o vayamos caminando por la calle, pensemos en los ángeles de los que nos rodean para sonreírles y saludarlos con cariño. Es hermoso sentir que todos los ángeles de quienes nos rodean, incluso si son personas malas, son nuestros amigos. Ellos también se sentirán felices de nuestra amistad y nos ayudarán más de lo que podemos imaginar. ¡Qué alegría sentir su sonrisa y amistad! Empieza desde hoy mismo a pensar en los ángeles de las personas que viven contigo y hazte amigo de ellos. Verás cuánta ayuda y alegría te dan.
Una vez una viejecita le dijo a Mons Jean Calvet, decano de las Facultad de Letras de la Universidad Católica de París:
- Buenos días, señor cura y compañía.
- ¿Pero, si estoy yo solo?
- Y el ángel de la guarda ¿dónde lo deja?
Una buena lección para muchos teólogos, que viven de libros y se olvidan de estas maravillosas realidades espirituales. El famoso sacerdote francés Jean Edouard Lamy (1853-1931) decía:
"No rezamos lo suficiente a nuestro ángel custodio. Hay que invocarlo para todo y no olvidarnos de su presencia permanente. Él es nuestro mejor amigo, protector y aliado al servicio de Dios". Y dice que, durante la guerra, él debía atender a los heridos del frente de batalla y, a veces, era transportado de un lugar a otro por los ángeles para poder cumplir bien su misión. Algo así le sucedió a Felipe apóstol, que fue transportado por el ángel de Dios (Hech 8,39), y también al profeta Habacuc, quien fue llevado hasta
Babilonia al foso de los leones, donde estaba Daniel (Dan 14,36).
Por eso, tú invoca a tu ángel y pídele ayuda. Cuando estés trabajando, estudiando o paseando, puedes pedirle que visite en tu nombre a Jesús sacramentado. Puedes decirle, como muchas religiosas: "Ángel santo de mi guarda, corre veloz al sagrario y saluda de mi parte a Jesús sacramentado". Pídele también que, por
las noches, rece por ti o esté en adoración, haciendo guardia en tu nombre a Jesús sacramentado, en el sagrario más cercano. O que encargue a otro ángel, de los que están permanentemente ante Jesús Eucaristía, que lo adore en tu nombre. ¿Te imaginas las gracias tan inmensas que podrías recibir si  hubiera permanentemente un ángel que, en tu nombre, adorara a Jesús sacramentado? Pídele esta gracia a Jesús.
Si vas de viaje, encomiéndate a los ángeles de los pasajeros que van contigo; al de las Iglesias y ciudades por donde pases, y también al ángel del chofer para que no ocurra ningún accidente. Lo mismo podemos decir de los tripulantes del barco, tren, avión...
Invoca y saluda a los ángeles de las personas que hablan contigo o se cruzan contigo por la calle. Envía tu ángel a visitar y saludar de tu parte a los familiares lejanos, incluso, a los que están en el purgatorio, para que Dios los bendiga.
¿Hablas y rezas a tu ángel de la Guarda?¿Y a qué esperas?
                                        
       Oración al Santo Ángel de la Guarda
          Ángel santo de la guarda, compañero de mi vida,
         tú que nunca me abandonas, ni de noche ni de día.
        Aunque espíritu invisible, se que te hallas a mi lado,
         escuchas mis oraciones y cuenta todos mis pasos.
          En las sombras de la noche, me defiendes del demonio, 
          tendiendo sobre mi pecho tus alas de nácar y oro.
      Ángel de Dios, que yo escuche tu mensaje y que lo siga,
       que vaya siempre contigo hacia Dios, que me lo envía.
           Testigo de lo invisible, presencia del cielo amiga,
             gracias por tu fiel custodia, gracias por tu compañía.
          En presencia de los Ángeles, suba al cielo nuestro canto:
           gloria al Padre, gloria al Hijo, gloria al Espíritu Santo. Amén.
Paz y bien hermanos.

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