martes, 5 de octubre de 2010

BENDITA LOCURA


Lo que más le repugnaba a Francisco era ver leprosos. No los soportaba ni de lejos; pero un día le reveló el Señor que, si quería conocer su voluntad, tenía que cambiar, hasta el punto que lo amargo se le volviera dulce y lo dulce amargo. Al día siguiente se le cruzó un leproso en el camino, y quiso hacer la prueba: bajó del caballo, le besó la mano y le dio una limosna. Tuvo que hacer un terrible esfuerzo, mas luego experimentó tal dulzura, que desde entonces empezó a frecuentar la leprosería, para dar limosna a los enfermos y curar sus llagas purulentas.

Un día salió a dar un paseo y entró a rezar en la vieja iglesia de San Damián, fuera de Asís. Y, mientras rezaba delante del Crucifijo puesto sobre el altar, tuvo una visión de Cristo crucificado que le traspasó el corazón, hasta el punto de que ya no podía traer a la memoria la pasión del Señor sin que se le saltaran las lágrimas. Y sintió que el Señor le decía: "Francisco, repara mi iglesia; ¿no ves que se hunde?".
El Señor se refería a la Iglesia de los creyentes, amenazada, como siempre, por mil peligros, mas él entendió que se refería a San Damián y, como era rico, pensó que era cuestión de dinero. Se fue a la tienda de su padre, cargó el caballo con las mejores telas y se fue a venderlas al mercado de Foliño. Al regreso entregó el dinero a messer Pedro, el cura de San Damián, más éste no quiso aceptar, temiendo que fuese una burla, y por miedo a sus padres. Entonces Francisco decidió quedarse allí, y reparar él personalmente la iglesia y ayudar a los pobres, según sus planes.
Bendita locura, bendita. Yo quiero  contagiarme de esa locura. Ser una loca como Francisco,  ser feliz, encontrarme con Cristo mi verdadera felicidad. Señor una loca de Tí quiero ser.
Hermanos , ¿Y vosotros?





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