lunes, 22 de noviembre de 2010

¡YA LLEGA,YA LLEGA!


¿Quién llega? Jesús llega, nuestro Señor, nuestro Salvador, el Redentor del mundo, el Señor de la vida y de la historia. Agua viva que sacia mi sed de felicidad, Pan de vida que nutre mi alma, el Buen Pastor que me conoce y me ama y da su vida por mí, la Luz verdadera que ilumina mi sendero, el Camino hacia la Vida eterna, la Verdad del Padre que no engaña, la Vida auténtica que vivifica.
 
¿Cómo llega? Humilde, pobre, sufrido, como hace más de dos mil años en Belén. Llega escondido en ese trozo de pan y en esas gotas de vino en cada Eucaristía. Llega disfrazado en ese prójimo enfermo, pobre, necesitado, antipático. Y llega silencioso o con estruendo en ese accidente en la carretera, en esa enfermedad que no entendemos, en esa muerte de un ser querido, para recordarnos que Él atravesó también esas situaciones humanas y les dio sentido. Y llega porque quiere renovar una vez más su alianza con nosotros. El amor es el motor de estas continuas venidas de Cristo a nuestro mundo, a nuestra casa, a nuestra alma.

Para qué llega? Llega para dar un sentido de trascendencia a nuestra vida, para decirnos que somos peregrinos en este mundo y que hay que seguir caminando y cantando. Llega para enjugar nuestras lágrimas amargas. Llega para agradecernos esos detalles de amor que con Él tenemos a diario. Llega para hablarnos del Padre, a quien Él tanto ama. Llega para alimentar nuestras ansias de felicidad. Llega para curar nuestras heridas. Llega para recordarnos que no estamos solos, que Él está a nuestro lado como baluarte y sostén. Llega para pedirnos también una mano y nuestros labios y nuestro corazón, porque quiere que prediquemos su Palabra por todos los rincones del mundo.


¿Dónde llega? Jesús llega a nuestro mundo convulso y desorientado y hambriento de paz, de calor, de caridad; a nuestros corazones inquietos. Quiere llegar al palacio del rico y a la choza del pobre. Quiere llegar junto al lecho de un enfermo y a ese salón de fiestas, él no viene a aguar nuestras alegrías humanas sino a purificarlas y orientarlas. Quiere llegar al mundo de los niños, para cuidarles su inocencia y pureza. Quiere llegar al mundo de los jóvenes, para sostenerles en sus luchas duras y enseñarles lo que es el verdadero amor. Quiere llegar al mundo de los adultos para decirles que es posible la alegría y el entusiasmo en medio del trabajo agotador y exhausto de cada día. Quiere llegar a cada familia para llevarles el calor del amor. Quiere llegar al mundo de los ancianos para sostenerles con el báculo del aliento y la caricia de la sonrisa.

¿Cuántas veces llega?si estamos atentos, no hay minuto en que no percibamos la venida de Cristo a nuestra vida. Basta estar con los ojos de la fe bien abiertos, con el corazón despierto, preparado y con los brazos extendidos para el abrazo de ese Cristo que sabe venir de mil maneras. Por tanto, podemos decir que siempre es adviento. Es más, nuestra vida debe ser vivida en actitud de adviento: alguien llega.No vayamos a estar somnolientos y distraídos.

¿Cómo prepararnos? Nos ayudará en este tiempo leer al profeta Isaías, meditar en san Juan Bautista que encontramos al inicio de los evangelios y contemplar a María. Isaías con su nostalgia del Mesías nos prepara para la última venida de Cristo. San Juan Bautista nos prepara para esas venidas intermedias de Cristo en cada acontecimiento diario y sobre todo en la Eucaristía. Y María nos hará vivir, rememorar en la fe ese primer adviento que Ella vivió con tanta esperanza, amor y silencio, para poder abrazar a ese Niño Jesús sencillo, envuelto en pañales y recostado en un pesebre.

Adviento, tiempo de gracia y bendición. Llega alguien, sí. Llega Dios. Y Dios es todo. Dios no quita nada. Dios da todo lo que hace hermosa a una vida.
Si le abres la puerta, Él entrará, cenará con tigo y te hará partícipe de su amor y felicidad. ¡Abre tu corazón al Señor!
Paz y bien hermanos

 

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