martes, 9 de noviembre de 2010

SOMOS SIERVOS INÚTILES.


Delante de Dios somos siempre deudores suyos, no Él deudor nuestro. Ser siervos inútiles es un modo de confesar el poder y la gratuidad de Dios. María también lo canta en el Magnificat: "El Señor-yo no- ha hecho en mí maravillas".

Una leyenda cuenta de un monje que conversaba con sus amigos de la oración silenciosa y dando un paseo atravasaron un bosque. La sorpresa era que ese bosque estaba totalmente talado, menos un árbol; un árbol tan grande, tan grande, que podían cabijarse a su sombra diez mil personas. Para salir de su sorpresa preguntaron a los leñadores la razón. Contestaron que no había sido cortado porque era un árbol inútil: estaba lleno de nudos y no valía para madera, para una mesa, un arca, una puerta; tampoco para quemarle porque sus nudos daban un humo muy desagradable. Es un árbol inútil, lo hemos dejado ahí para que se pudra -dijeron los leñadores-. El monje al saberlo se puso muy contento y les comentó: felices vosotros si sois inútiles, porque si sois útiles pronto os cogerían para amueblar algún lugar. En este sentido ser inútiles es nuestra libertad.

Paz y bien hermanos.

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