Hoy, 30 de diciembre, casi al terminar el año, volvemos a mirar hacia Belén. No solo es el lugar donde Jesús nació, sino que es conocida como la "Ciudad de David". ¿Coincidencia? ¡De ninguna manera! Es la prueba de que Dios teje Su plan a través de los siglos.
1. El cumplimiento de la Profecía: Muchos siglos antes de la Navidad, el profeta Miqueas ya anunciaba: "Mas tú, Belén Efrata, pequeña para estar entre las familias de Judá, de ti me saldrá el que será Señor en Israel" (Miqueas 5:2). Dios había prometido que el Mesías nacería en el lugar de origen de David. Jesús, siendo "Hijo de David", nace en su ciudad natal, cerrando un círculo divino perfecto.
2. Dios, el Señor de la historia: Belén nos enseña que Dios es el Señor del tiempo y de la historia. Él no olvida sus promesas. Ni las grandes que hizo a su pueblo, ni las pequeñas promesas que te ha hecho a ti en lo más íntimo de tu corazón.
3. ¿Y tus promesas? En estos últimos días del año, ¿qué promesas de Dios has visto cumplirse en tu vida? ¿Y qué nuevas promesas te atreves a pedirle para el 2026? Belén es un recordatorio de que, si Dios lo prometió, Él lo cumplirá.
"Todo tiene su momento oportuno; hay un tiempo para todo lo que se hace bajo el cielo." (Eclesiastés 3:1).
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"¡Qué paz me da recordar que para Dios no hay coincidencias sino Providencia! Mirar a Belén hoy me ayuda a confiar en que mis peticiones para el 2026 ya están en sus manos. Yo este año le agradezco especialmente al Señor que me ha enseñado a tener paciencia y a ver Su mano en los detalles pequeños. ¿Y vosotros? ¿Qué le agradecéis de este 2025 que ya termina?"
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