sábado, 12 de marzo de 2011

RENUNCIAR A TI MISMO

Durante la Cuaresma muchas son las preguntas que preocupan referentes al ayuno y la abstinencia, donde lo más importante en este tipo de prácticas no es cumplir con un precepto más sino descubrir el verdadero sentido de las mismas.
¡No nos fijemos en pequeñeces! Actuemos por amor a Cristo que nos dio la vida.
El real sentido de la penitencia está en someter la voluntad para fortalecerla en las virtudes como la templanza, la humildad y la solidaridad, ejercitando la caridad, pues todas las privaciones y sacrificios que se hacen deben tener como meta servir al prójimo: Rostro físico de Cristo.
Entonces, ¿qué quiere Dios de sus hijos?
“El ayuno que a Mí me agrada consiste en esto: En que rompas las cadenas de la injusticia… que dejes libres a los oprimidos… compartas tu pan con el hambriento… vistas al que no tiene ropa y no dejes de socorrer a tus semejantes. Entonces brillará tu luz como el amanecer y tus heridas sanarán muy pronto. Tu rectitud irá delante de ti y Mi gloria te seguirá. Entonces si me llamas, Yo te responderé; si gritas pidiendo ayuda, Yo te diré: "Aquí estoy".

Dios es Padre, y como tal nos exige. ¿Por qué solicitamos tanto de Él, si no somos capaces de renunciar a nosotros mismos y mirar alrededor? Un verdadero hijo busca insistentemente a su padre y es capaz de sacrificarse por él y sus hermanos. Para muestra un botón: ¡Jesucristo!
La Cuaresma es una oportunidad para encontrarnos con Dios y crecer en la unidad y la solidaridad con el prójimo, para agradar al Señor y merecer el cielo, gracias al sacrificio de nuestro hermano Cristo y su resurrección.
Es así, pues, como descubrimos que el sacrificio (ayuno, abstinencia o cualquier penitencia) es un acto de AMOR puro… no una simple práctica mecánica que pasa de generación en generación. En eso estamos.

Paz y bien hermanos.


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