Llega diciembre y el ambiente se llena de luces y preparativos. Pero en medio de todo ese ruido, aparece una palabra que a muchos nos genera una resistencia interna: Conversión.
Es muy común que, al escucharla, pensemos: “¿A qué viene tanto afán con que cambie? Si yo ya soy bueno, no le hago daño a nadie y voy tirando con mi vida... ¡Si yo estoy bien como estoy!”.
La conversión molesta (y mucho)
Seamos sinceros: la conversión incomoda. Y molesta especialmente cuando ya tenemos nuestro andamiaje de vida construido. Tenemos nuestra estructura hecha, nuestras ideas claras, nuestro círculo de seguridad y nuestras rutinas bajo control.
Cuando nos hablan de convertirnos, sentimos que alguien quiere mover los cimientos de nuestra comodidad. Nos da miedo que, si dejamos entrar a Dios de verdad, Él decida cambiar los muebles de sitio o derribar alguna pared de nuestro orgullo que tanto nos ha costado levantar.
¿Por qué ese "andamiaje" a veces no es suficiente?
Creer que no necesitamos la conversión porque ya tenemos una "estructura de vida hecha" es un riesgo peligroso:
La trampa de la seguridad propia: Nos apoyamos tanto en nuestras propias fuerzas y en nuestra "bondad" que nos olvidamos de que somos frágiles. La conversión no viene a romper tu vida, sino a reforzarla con una base que no sea solo humana.
La "Metanoia" como apertura: Convertirse es vivir una Metanoia (cambio de mentalidad). Es dejar de pensar que "mi estructura es perfecta" para aceptar que Dios puede darle una luz y un sentido que nosotros ni imaginamos.
El Salvador no viene a pedirte permiso: Jesús nace en un establo, fuera de las estructuras cómodas de la época. Él viene para los que se atreven a soltar un poco sus andamios para agarrarse a Su mano.
"¿Y qué hace Dios por mí si yo ya me lo guiso solo?"
Hay una frase que se escucha mucho: "Yo no necesito a Dios para ser buena persona". Pero Dios no vino al mundo para hacernos "buenas personas", sino para hacernos hijos de Dios plenamente vivos.
Él hace por ti algo que tu estructura de vida no puede hacer: darte una paz que no depende de que las cosas salgan bien. Te salva de la soledad de creer que tú eres tu propio salvador.
Un mensaje del Padre Pío para los "estructurados"
El Padre Pío solía tratar con muchas personas que iban a él con su vida muy bien organizada, pero con el alma dormida. Él sabía que el mayor enemigo no es el pecado evidente, sino la soberbia de quien cree que ya no tiene nada que aprender. Él decía: “En la vida espiritual, el que no avanza, retrocede”.
Este Adviento, atrévete a cuestionar tu propia bondad y tu andamiaje. No para que tu vida se caiga, sino para que sea más auténtica. No te conformes con estar "bien". Busca la libertad que solo tiene quien se deja transformar por Dios.
Esta es la invitación: No tengas miedo de que Dios mueva tus estructuras. Lo que Él construye después siempre es mucho más sólido y hermoso.
¿Te atreves a soltar el andamio?
La conversión no es un examen de comportamiento, es una aventura de confianza. Este Adviento, te invito a no tener miedo de que Dios "mueva los muebles" de tu vida. Si esta reflexión te ha tocado el corazón o te ha hecho pensar en alguien, no dudes en compartirla. A veces, un mensaje que nos llega en el momento justo es la herramienta que Dios usa para empezar una gran Metanoia.
¡Me encantaría leerte! ¿Qué es lo que más te cuesta soltar en este momento de tu vida? Déjame tu comentario aquí abajo y hagamos camino juntos.
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"A veces nos conformamos con ser 'buenos' porque es lo más cómodo, pero la Metanoia nos invita a algo mucho más grande: a ser de Dios. Me quedo pensando en cuántos 'andamios' he construido en mi vida que hoy me impiden ver su luz. 🏗️✨
ResponderEliminar"Lo más difícil de la conversión no es dejar de ser 'malo', sino dejar de confiar solo en nuestra propia 'bondad' para empezar a confiar en Dios. ¿Te ha pasado alguna vez que te ha costado soltar el control de tus planes?"
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