lunes, 9 de mayo de 2011

PASTOR


Pastor que con tus silbos amorosos
me despertaste del profundo sueño;
tú que hiciste cayado de ese leño
en que tiendes los brazos poderosos.

Vueve los ojos a mi fe piadosos,
pues te confieso por mi amor y dueño,
y la palabra de seguirte empeño,
tus dulces silbos y tus pies hermosos.

Oye, pastor que por amores mueres,
no te espante el rigor de mis pecados,
pues tan amigo de rendidos eres,
espera, pues, y escucha mis cuidados.

Pero ¿cómo te digo que me esperes,
si tienes , para esperar, los pies clavados?

Lope de Vega

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