viernes, 17 de septiembre de 2010
¡HASTA LUEGO TIO RAZIO!
Al padre de Padre Pio, Grazio Forgione le llamaban tío Horacio o tío Razio. Era analfabeto, pero enérgico, inteligente y hábil para el trabajo. Tio Razio y Mamma Peppa tuvieron siete hijos: Miguel (1882-1967); Francesco, que no vivió ni un mes; Amalia (1885-1887); Francesco (padre Pío); Felicita (1889-1918), Pellegrina (1892-1944) y Grazia (sor Pía), que vivió de 1894 a 1969.
Era una familia pobre y religiosa, donde nunca faltó lo suficiente para vivir, aunque no disponían de dinero en efectivo.
El padre Pío dirá años más tarde: "En mi casa era difícil encontrar diez liras, pero nunca faltaba nada".
Cuando Padre Pio creció y quiso ser religioso, su padre decidió emigrar para darle los estudios. Primero fue a Nueva York, en Estados Unidos, desde 1898 a 1903. Más tarde, en 1910, fue a Argentina, donde estuvo siete años. Su padre murió el 7 octubre de 1946, estando en san Giovanni Rotondo, cerca del convento de su hijo en la casa de María Pyle, murió estando presente el padre Pío.
Confesarte con tu propio hijo; facil se dice. Algo parecido le debió de ocurrir a Grazio Forgione. Aunque su hijo se lo puso más facil.
El Padre Pio leía las conciencias y en múltiples ocasiones a los que se acercaban a su confesionario, les decía los pecados que habían cometido, o los que habían olvidado..
Padre Pio no tenía títulos especiales, escepto los necesarios para ser sacerdote. Pero estaba dotado de un genio vivo y rápido, de una memoria prodigiosa, de una gran bondad y de una profunda doctrina. Tenía el don de comunicar paz y tranquilidad a las almas que recurrían a él.
Era el buen pastor que no estaba tranquilo hasta que no hallaba a la oveja perdida y la llevaba al redil. Y, para tal fin, empleó toda su fuerza espiritual para que nadie se perdiera en los falsos senderos de virtudes solo aparentes.
Su confesionario era una clínica para las almas. Allí él desarolló su misión y su paternidad, con fuerza y con ternura, con paciencia y con coraje, con compasión y con severidad, según los casos.
Para sus hijos espirituales era padre y madre a la vez. Padre por el coraje de su amor, fuerte, ilimitado; madre por la ternura que demostraba en tantas ocasiones.
"No doy un dulce a quien tiene necesidad de un purgante".
Tenía un estilo muy propio, un arte absolutamente personal, y el resultado era que arrebataba los corazones de todos y los llevaba a Dios.
El Cardenal Don Santiago Lercaro dijo una vez: "No era un confesor cómodo. Por el contrario,era muy incómodo. Se temblaba de pies a cabeza cuando se estaba a sus pies. Con sus ojos escudriñadores, hurgaba las llagas más secretas del alma, sin poder esconder nada, hacía temblar hasta a los espíritus más sagaces.
Fue "el apostol del confesionario". Toda la vida sacerdotal del Padre Pio está contenida entre dos polos luminosos: el altar y el confesionario. No hay otros dos lugares mejores para quien quiera encontrar con acierto al estigmatizado del Gárgano.
A propósito de las conversiones, una de ellas es la de Ferrucio Caponetti, materialista y masón militante. Él mismo describía así su conversión:"Subí el áspero sendero del monte gargánico, encontré al maestro, me acogió con alegría porque vió en mí a un ciego, escuchó sonriente mis ideas y mis dudas y con simplicidad de palabra, pero con inmensa profundidad de pensamiento, tiró por tierra, una a una, todas las teorias de las que estaba llena mi mente, sin que yo encontrase argumentos para oponerle, desnudó mi alma y, habiéndome mostrado las sublimes enseñanzas del Señor, me volvió a abrir los ojos del espíritu, vi la luz verdadera, me tocó el corazón, conocí la verdadera fe. Ahora siento dentro de mí, verdaderamente, la paz del espíritu, ahora conozco al verdadero Dios...Todo lo debo al Padre Pio".
¿Cuándo ha sido la última vez que te has confesado? ¡Ah, ya ! Que según tú , no hace falta, ¡ya! ¿Esperas al último momento? ¡Insensato!¿A caso sabes tú cuando será?
Paz y bien hermanos.
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