Las calumnias contra el padre Pío y los religiosos capuchinos no cesaban. Algunos sacerdotes del lugar decían que los que iban al convento estaban excomulgados. En esto también tuvo responsabilidad el arzobispo, monseñor Gagliardi, que era contrario al padre Pío y prohibió a los sacerdotes ir al convento, aunque fueran para confesarse. Lo cual escandalizaba al pueblo sencillo, que seguía amando al padre Pío y asistía a sus misas con mucha devoción. Pero seguían las cartas anónimas y el mismo arzobispo las hacía llegar al Santo Oficio. Por fin se tomaron medidas extremas. El Santo Oficio emitió un decreto fechado el 23 de mayo de 1931 en el que se declaraba que al padre Pío se le quitaban todas las facultades ministeriales, excepto las de celebrar misa, pero sólo dentro del convento y en una capilla privada, en la iglesia pública no podía. Se le prohibía la misa en público y confesar a cualquier persona o hacer cualquier otra acción sacramental del ministerio sacerdotal. Y no podía recibir visitas ni recibir cartas. Sólo podía hablar con los religiosos del convento.
Emanuele Brunatto fue uno de los grandes convertidos del padre Pío. Había sido buzo en América, sastre de señoras en Milán, jockey en Bolonia, comerciante en Palermo y empresario de una famosa cantante de cabaret en Nápoles. Él cuenta así su conversión:
"El fraile (padre Pío) me miró con desdén como si viera venir al diablo. Pensé: ¿éste es el santo? ¿Por qué me mira con tanto odio? Estaba furioso. El capuchino parecía no ocuparse de mí. Huí como un loco de la sacristía y comencé a sollozar como un niño herido, repitiendo constantemente: Dios mío, Señor mío.
Cuando volví a la sacristía, el padre Pío me esperaba solo.
Su rostro, de una belleza transcendental, irradiaba una alegría indescriptible. Sin palabras, me hizo señas de arrodillarme. Los recuerdos del pasado me vinieron como aguas de un torrente en crecida. ¡Cuántos errores cometidos desde mi adolescencia!
Le dije:
- No terminaré jamás de confesar tantos pecados.
El padre me dijo:
- Te has confesado durante la guerra y el Señor te ha perdonado.
Cuando llegó el momento de la absolución, el padre Pío debió comenzar varias veces, como si luchase con un adversario invisible. Las palabras sacramentales chocaban como flechas lanzadas sobre mi cabeza, mientras de su boca salía un perfume de rosas y violetas que me inundaba el rostro. Al momento de dejar el convento, le pedí bendecir al único objeto decente que encontré en mis bolsillos, un par de guantes blancos, último residuo de mis actuaciones teatrales. Tuvo un pequeño movimiento de sorpresa, pero me sonrió y lo bendijo. Desde aquel día hasta que los perdí, estos guantes emanaron de vez en cuando el perfume que había sentido durante la confesión". El Padre Pío lo aceptó como hijo espiritual.
Una vez convertido, quiso quedarse definitivamente a vivir junto al padre Pío. Durante un tiempo le concedieron vivir dentro del convento, ayudando al padre Pío en la misa. Cuando el padre Pío fue segregado en 1931, fue su incondicional defensor. Amenazó con publicar un libro que había escrito, titulado Gli anticristi nella Chiesa di Cristo (Los anticristos en la Iglesia de Cristo), donde hablaba de la implicación de algunos altos eclesiásticos.
La Santa Sede se preocupó y trató de impedir su publicación. El padre Pío le escribió dos cartas, llenas de amor paternal, para que no publicara el libro en el que quedarían mal parados algunos miembros de la Iglesia. Igualmente, el padre Pío tuvo que luchar mucho para que otro de sus convertidos, el alcalde de san Giovanni Rotondo, Francesco Morcaldi, no publicara otro libro escrito por él: Lettera alla Chiesa.
Cuando más tarde, en 1960, el padre Pío recibió algunas restricciones, Brunatto organizó una Asociación internacional de defensa de la persona del padre Pío. Tenía listo un Libro blanco para ser entregado a la ONU y a la opinión pública mundial sobre los atentados a los derechos humanos en la persona del padre Pío. Todo esto le hacía sufrir mucho a nuestro santo, que quería que nadie lo defendiera, pues quería ser hijo de la Iglesia hasta las últimas consecuencias. Por eso, les decía: No arrojen basura contra su propia Madre la Iglesia.Murió el 10 de febrero del 1965.
Paz y bien hermanos.
Personas justas, que luchan por ideales verdaderos. Que nuestro Dios siga be diciendo al padre Pío y al señor Brunnato
ResponderEliminarSoy Católico de corazón, mis abuelos lucharon y perdieron la vida defendiendo a la religión en la rebelión Cristera, en México, me crié en una población conservadora y estoy orgulloso de ello, pero hay que reconocer que el principal enemigo (aparte del demonio en persona) del Padre Pío en su vida fue la Iglesia del Vaticano, que lo combatió cruentamente hasta el ultimo día de su vida.
ResponderEliminarSi es cierto pero hay que recordar que también la iglesia actuó como un instrumento para dejarnos ver la santidad, si no lo hubieran perseguido, reprimido, humillado y demás cosas, probablemente la humanidad y nosotros la Iglesia no conociéramos de muchos de los santos como el padre Pío. Además como comenta el articulo que valor tan grande del padre Pío de defender, acatar y jamás juzgar o atacar a la Iglesia.
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