Oh Rosario bendito de María,
cadena dulce que nos une a Dios,
vínculo de amor que nos une a los Ángeles,
torre de salvación contra los asaltos del infierno,
puerto seguro en el común naufragio, no te dejaremos jamás.
Tú serás nuestro consuelo en la hora de la agonía.
Para ti el último beso de la vida que se apaga.
Y el último susurro de nuestros labios será tu suave nombre,
oh Reina del Rosario, oh Madre nuestra querida,
oh soberana consoladora de los tristes.
Que seas bendita por doquier,
aquí y siempre, en la tierra y en el cielo. Amén.
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