Enseñanos, Señor, a no amarnos a nosotros mismos,
a no amar solamente a los nuestros,
a no amar solamente a los que amamos.
Enseñanos a pensar en los demás,
a amar, en primer lugar,
a los que nadie ama.
Haznos sufrir, Señor,
con el sufrimiento ajeno.
Y no permitas más, Señor,
que vivamos felices solos.
Haznos sentir la angustia
de la universal miseria.
Líbranos de nosotros mismos.
Así sea.
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