Un grupo de trabajadores estaba apilando serrín en un almacén, cuando uno de ellos advirtió que a se le había caído el reloj de su muñeca. Inmediatamente, sus compañeros interrumpieron el trabajo para buscarlo. Acabaron tomando la búsqueda como una diversión, lanzándose el serrín unos a otros y armando una polvareda. Entonces, decidieron dejarlo y se fueron a tomar un café.
Un joven que había estado observándo toda la faena, entró en el almacén y, al poco rato, se presentó ante el grupo con el reloj en su mano.
- ¿Dónde estaba? -le preguntaron.
- ¿Dónde? Pues, en almacén -les dijo el joven.
- No puede ser -dijeron ellos-, lo hemos buscado por todas partes. ¿Cómo lo has hecho?
- Me he puesto a ello en silencio completo hasta que he oido el suave tictac del reloj y lo he sacado de donde estaba enterrado bajo el serrín.
¿Has observado que el silencio y la quietud te ayudan a orar, a entrar en contacto con Dios, mucho más que el ruido y la inquietud?
Escuchemos los sonidos de nuestro entorno, tanto los cercanos como los lejanos. Según se van desvaneciendo estos sonidos hacia el fondo de tu mente, te harás consciente del profundo silencio de tu corazón. Permanece en este silencio. Escucha. No esperes que pase algo muy pronto. Ten paciencia.
"Sólo podrás ver reflejada tu imagen en las aguas quietas, nunca en las movidas. Sólo en la quietud podrás hallar ese lugar de paz que se da en el silencio".
Paz y bien hermanos.
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