martes, 11 de enero de 2011
TU ERES EL SANTO DE DIOS
Evangelio (Mc 1,21-28)
Llegó Jesús a Cafarnaum y el sábado entró en la sinagoga y se puso a enseñar. Y quedaban asombrados de su doctrina, porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas. Había precisamente en su sinagoga un hombre poseído por un espíritu inmundo, que se puso a gritar: «¿Qué tenemos nosotros contigo, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a destruirnos? Sé quién eres tú: el Santo de Dios». Jesús, entonces, le conminó diciendo: «Cállate y sal de él». Y agitándole violentamente el espíritu inmundo, dio un fuerte grito y salió de él.
Todos quedaron pasmados de tal manera que se preguntaban unos a otros: «¿Qué es esto? ¡Una doctrina nueva, expuesta con autoridad! Manda hasta a los espíritus inmundos y le obedecen». Bien pronto su fama se extendió por todas partes, en toda la región de Galilea.
Reflexión
Vemos a Jesús rodeado de unos discípulos e iniciando una actividad muy intensa. El evangelista Marcos ha querido resumir como en una jornada tipo, el programa básico de la actividad de Jesús. En esa jornada se da la lucha y la contemplación; el estar entre amigos y con la gente común; la atención a la miseria humana y la atención a Dios. El lugar geográfico donde todo esto tiene lugar es Cafarnaúm, a orillas del lago de Galilea.
Por otra parte, la acción de Jesús no se limita al local de la sinagoga, como lugar sagrado de la comunidad, sino que se extiende también al espacio privado de la casa –en Cafarnaúm está la casa de Pedro-, y llega hasta el descampado, donde también las multitudes le esperan.
La actuación de Jesús se caracteriza por una autoridad que sorprende y suscita en los que le escuchan el interrogante sobre el misterio de su persona.
La presencia del espíritu del mal sobre un hombre presente en la asamblea de la sinagoga bien puede ser como un símbolo también del pueblo judío, que lee las escrituras santas y practica el culto, pero no es capaz de liderar el combate contra el mal. Jesús, guiado por la autoridad y la fuerza que el Padre le ha dado, derrota sin atenuantes las fuerzas del maligno.
Contemplar a Jesús lleno de poder y de sabiduría nos tiene que mover a dejarnos enseñar por él y, a pesar de nuestros miedos y debilidades, no dudar nunca de que con Él la victoria sobre el mal es segura.
Paz y bien hermanos.
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