Santo Evangelio según San Mateo (3,13-17)
En aquel tiempo, fue Jesús de Galilea al Jordán y se presentó a Juan para que lo bautizara. Pero Juan intentaba disuadirlo, diciéndole: «Soy yo el que necesito que tú me bautices, ¿y tú acudes a mí?»
Jesús le contestó: «Déjalo ahora. Está bien que cumplamos así todo lo que Dios quiere.» Entonces Juan se lo permitió. Apenas se bautizó Jesús, salió del agua; se abrió el cielo y vio que el Espíritu de Dios bajaba como una paloma y se posaba sobre él. y vino una voz del cielo que decía: «Éste es mi Hijo, el amado, mi predilecto.»
Reflexión
Estos días de Navidad hemos contemplado al “Dios-con-nosotros”. Ésta es nuestra garantía y nuestra seguridad. Esto hemos celebrado: DIOS CAMINA CON NOSOTROS. ¡Estupendo todo lo vivido!
Pero… ¿quiénes le reconocen y le aceptan? ¡Curioso!: son los pastores, la gente sencilla, los marginados de aquella sociedad. ¿Será que ellos no tienen a nadie y, por eso, acogen a cualquiera…? Fueron también unos Magos, venidos de Oriente quienes le encuentran y le adoran (éstos son los considerados “paganos” o los “no-religiosos” por los jefes de su pueblo).
En este domingo, y para terminar este tiempo de la Navidad, es DIOS MISMO el que nos va a presentar a este Jesús: “Éste es mi Hijo, el amado; escuchadlo”. Es, pues, una invitación a ACOGERLE, a ESCUCHARLE, porque es el único que sabe el camino hacia Dios. ¡Casi nada! ¡No podemos desaprovechar la oportunidad!
Y con este domingo, iniciamos la andadura a través del TIEMPO ORDINARIO: Éste, que es bautizado en el Jordán, nos irá enseñando -con sus palabras y con sus obras- el verdadero camino. ¡Preparémonos!
Paz y bien hermanos.
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