viernes, 28 de enero de 2011

EL GRANO DE MOSTAZA

Lectura del santo evangelio según san Marcos (4,26-34)

En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: «El reino de Dios se parece a un hombre que echa simiente en la tierra. Él duerme de noche y se levanta de mañana; la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo. La tierra va produciendo la cosecha ella sola: primero los tallos, luego la espiga, después el grano. Cuando el grano está a punto, se mete la hoz, porque ha llegado la siega.»
Dijo también: «¿Con qué podemos comparar el reino de Dios? ¿Qué parábola usaremos? Con un grano de mostaza: al sembrarlo en la tierra es la semilla más pequeña, pero después brota, se hace más alta que las demás hortalizas y echa ramas tan grandes que los pájaros pueden cobijarse y anidar en ellas.»
Con muchas parábolas parecidas les exponía la palabra, acomodándose a su entender. Todo se lo exponía con parábolas, pero a sus discípulos se lo explicaba todo en privado

Reflexión
La admiración se nos hace nuevamente hoy, al contemplar la grandiosidad que puede encerrarse en las cosas pequeñas: una semilla minúscula o unos gramos de levadura son algo que apenas admite ser medido, y sin embargo allí se aloja una magnitud insospechada, un hermoso pan henchido, un arbusto capaz de cobijar pájaros.

Tal vez estas parábolas sean explicación de mucho del ministerio de Jesús; quizá más de una vez los seguidores le llamaron iluso, haciéndole notar que eran pocos y mal avenidos y que los signos realizados por el Maestro alcanzaban a personas aisladas y pasaban inadvertidos a las mayorías menesterosas del pueblo.
En una cultura totalmente religiosa y de escasos conocimientos botánicos, estas parábolas orientaban la atención hacia algo que era considerado misterioso y que remitía al inconmensurable poder Dios. De ellas se sirve Jesús para ilustrar su enseñanza sobre lo misterioso del Reino que él proclama: “a vosotros se os ha dado a conocer el misterio del Reino de Dios…”.
Nosotros hoy podemos tener la misma falta de fe, o la misma sobra de escepticismo, que pudieron tener entonces los seguidores de Jesús. Él nos invita a mirar en profundidad y a saber valorar lo pequeño, el inmenso cúmulo de detalles minúsculos que a diario embellecen y ennoblecen nuestra vida por obra de quienes nos rodean, o con los que nosotros embellecemos la de otros. No perdamos de vista la fecundidad de la fe que los engendra y alimenta.
Paz y bien hermanos.



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