Padre Pío de mi corazón
Me llamo Ricardo Conforto, tengo 78
años, estoy casado con Marita Sesto, que es mi amor y mi apoyo. Tengo siete hijos
de los que viven cinco, y 12 nietos.
En el 2004, hace ya 10 años, me
detectaron unas deficiencias coronarias, que hacían peligrar mi vida. La
explicación del cardiólogo fue la siguiente: “¿Sabes esas cosas que ocurren, y
que dicen: “sabes quién se ha muerto? Fulano.” “¡No puede ser, he estado con él
esta mañana tomando un café!” “Pues le ha dado un infarto fulminante y está
muerto.” “Este es tu caso; me dijo”. Esto
acaeció tras un cateterismo y como colofón de un año angustioso e interminable de
pruebas.
Yo llegué conduciendo mi coche, pero ya
no me dejaron salir del Hospital de Valme de Sevilla. Mi esposa volvió a buscar
las cosas necesarias a casa, y llevarse el coche. Esto acaecía a finales de
septiembre.
Las monjas capuchinas del convento de
San Fernando de Cádiz, cuando se enteraron que estaba hospitalizado, me
mandaron una cariñosísima carta, por medio de mi hermano, y con ella una
estampa reliquia de San Pio de Pietrelcina, para que la tuviera junto al
corazón.
No obedecí, y se quedó en la mesa de
noche. Una de las noches, sentí una necesidad apremiante de ponerla muy cerca
del corazón y le pedí con todo mi ser que me ayudara.
Nunca he sido un fanático capillista,
que casi entra en fetichismo de estampas e imagen de "Cristos y Vírgenes”,
por lo que me sorprendí tomando esa decisión.
Al día siguiente; me despertó una
enfermera para comprobar el nivel de azúcar en sangre y me indicó que ya tenía
fecha de operación el 15 de octubre.
Tras una operación como la mía, lo
normal es pasar dos o tres días en la UCI, y a planta, pero mi caso fue
distinto. Tras la operación detectaron neumotórax, pues la máquina así lo decía
y pasé 11 días de UCI, consciente entre otras diez o doce personas (la UCI era
comunitaria). Esto se convirtió en un compartir sufrimientos y alegrías con los
hermanos. Allí viví la pobreza, allí oré e hice apostolado. Fue una experiencia
increíble. Un día, se dieron cuenta que era la máquina la que no funcionaba. Yo
no padecía de neumotorax, pero fue la mano de Dios por medio del Padre Pío
quien hizo posible aquella vivencia.
Terminada la estancia en el hospital y
la rehabilitación cardíaca, regresé a San Fernando. La idea de hacer algo en
honor del Padre Pio, no dejaba de darme vueltas en la cabeza. Quería darle las
gracias por mi salud y mi vivencia de fe.
Comencé a saber más sobre él y me puse
en contacto con Fray Elías Cabodevilla Garde, que me ayudó en todo momento. Y
así; y con mucha ilusión, llevé a término la creación de un Grupo de Oración
del Padre Pío y los domingos del Padre Pío.
Me rondaba también la idea de poder viajar
a San Giovanni Rotondo con mi esposa, para orar junto al cuerpo del Padre Pío y
visitar los lugares por donde durante 52 años él había vivido. El 4 de octubre
del 2012 nuestro sueño se hizo realidad. Viajamos a San Giovanni Rotondo y en
todo momento sentimos la mano del Padre Pío acompañándonos a cada paso. Fueron
tres días intensísimos y maravillosos.
Doy Gracias al Señor, a la Virgen
Santísima y al Padre Pío por todo.
Ricardo Conforto (San Fernando – Cádiz)
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