martes, 1 de febrero de 2011
"TALITHA QUNI" NIÑA LEVÁNTATE
Lectura del santo evangelio según san Marcos (5,21-43)
En aquel tiempo, Jesús atravesó de nuevo en barca a la otra orilla, se le reunió mucha gente a su alrededor, y se quedó junto al lago.
Se acercó un jefe de la sinagoga, que se llamaba Jairo, y, al verlo, se echó a sus pies, rogándole con insistencia: «Mi niña está en las últimas; ven, pon las manos sobre ella, para que se cure y viva.»
Jesús se fue con él, acompañado de mucha gente que lo apretujaba. Había una mujer que padecía flujos de sangre desde hacia doce años. Muchos médicos la hablan sometido a toda clase de tratamientos, y se habla gastado en eso toda su fortuna; pero, en vez de mejorar, se habla puesto peor. Oyó hablar de Jesús y, acercándose por detrás, entre la gente, le tocó el manto, pensando que con sólo tocarle el vestido curaría. Inmediatamente se secó la fuente de sus hemorragias, y notó que su cuerpo estaba curado.
Jesús, notando que habla salido fuerza de él, se volvió en seguida, en medio de la gente, preguntando: «¿Quién me ha tocado el manto?»
Los discípulos le contestaron: «Ves como te apretuja la gente y preguntas: "¿Quién me ha tocado?"»
Él seguía mirando alrededor, para ver quién había sido. La mujer se acercó asustada y temblorosa, al comprender lo que había pasado, se le echó a los pies y le confesó todo.
Él le dijo: «Hija, tu fe te ha curado. Vete en paz y con salud.»
Todavía estaba hablando, cuando llegaron de casa del jefe de la sinagoga para decirle: «Tu hija se ha muerto. ¿Para qué molestar más al maestro?»
Jesús alcanzó a oír lo que hablaban y le dijo al jefe de la sinagoga: «No temas; basta que tengas fe.»
No permitió que lo acompañara nadie, más que Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago. Llegaron a casa del jefe de la sinagoga y encontró el alboroto de los que lloraban y se lamentaban a gritos.
Entró y les dijo: «¿Qué estrépito y qué lloros son éstos? La niña no está muerta, está dormida.»
Se reían de él. Pero él los echó fuera a todos y, con el padre y la madre de la niña y sus acompañantes, entró donde estaba la niña, la cogió de la mano y le djo: «Talitha quni» (que significa: «Contigo hablo, niña, levántate»).
La niña se puso en pie inmediatamente y echó a andar; tenía doce años. Y se quedaron viendo visiones. Les insistió en que nadie se enterase; y les dijo que dieran de comer a la niña.
Reflexión
El relato evangélico de hoy entrelaza dos historias de recuperación. Las afectadas son mujeres: La hija de Jairo y la mujer hemorroisa. Sus vidas corrían serio peligro. Ambas situaciones les son presentadas a Jesús de forma distinta. Adivinamos en ellas dos procedimientos de habérselas con Él que nos resultan aleccionadoras:
•El recurso de la mediación. Es el primer procedimiento que presenta neustro evangelio para entrar en contacto con Jesús. Se trata de la intermediación, la solidaridad, la actuación vicaria. El jefe de la sinagoga se convierte en portavoz de su hija y pide para ella la sanación, como si la estuviera pidiendo para sí mismo. Ser portavoces de otra persona implica percibir su dolor, dejarse afectar por la compasión y… movilizarse. Se trata de un conjunto de reacciones profundamente espirituales que operan en primer lugar en quien las experimenta. Antes de que su hija estuviese sanada, el corazón del jefe de la sinagoga había sido curado de su autosuficiencia, de su parálisis, del orgullo propio de su rango religioso,…
•El recurso de la audacia. La estrategia de la mujer enferma fue la de buscarle por las buenas o por las malas, hasta alcanzar su objetivo. La mujer hemorroisa no fue descalificada en absoluto. Jesús terminó alabándola por su audacia y su tenacidad a la hora de buscarle… El inicio de su sanación comenzó también para ella desde el momento mismo en que tomó la decisión de seguirle a escondidas hasta llegar, en un descuido, a tocar el manto. Fe, esperanza y tesón se mezclaron en el corazón de esta mujer sin nombre que, desde aquella hora, quedó inmortalizada para siempre.
En ambos casos la actitud que destila el Maestro es de deferencia y de solicitud por hacer el bien a las dos mujeres. No se detiene en hurgar en las motivaciones de los solicitantes, ni les preocupa los modos ni la hora de la petición, ni les exige un camino de seguimiento que de alguna manera sirva de paga o compensación por la sanación regalada o por las molestias ocasionadas. Jesús es gratuito. Hace el bien y cura porque lo suyo es curar y sanar. Los tres discípulos testigos, a quienes les fue permitido acompañarle, darán fe de la limpieza de Jesús.
Paz y bien hermanos.
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