Era el 20 de septiembre de 1918, un poco antes del medio día, un grito angustioso hizo correr a los frailes al Coro en la Capilla de Santa Maria de la Gracia.
¡Milagro!, Padre Pío estaba extendido sobre el piso, como muerto, herido en las manos, en el corazón y los pies. De las heridas brotaba sangre.
Él mismo escribía: "Era la mañana del 20 del mes pasado, en el coro, después de la celebración de la Santa Misa, cuando fui sorprendido por un descanso, semejante a un dulce sueño... ví frente a mí a un misterioso personaje, me di cuenta de que mis manos, pies y costado estaban perforados y que brotaba sangre. Podéis imaginar el afán que experimenté entonces y que he venido experimentando continuamente casi todos los días. De la herida del corazón brota sangre constantemente, especialmente desde el jueves hasta el sábado...”
Hermosa entrada...tan bello mi padre Pio.
ResponderEliminarBendiciones.